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sexta-feira, 18 de março de 2011

SEMÍTICO DE DOS REGIONES CON VARIAS HISTORIAS



Traducido por Merchita
E-mail: merchitacruz@gmail.com

¿Cómo analizar el conflicto entre los judíos y palestinos? Si siguiéramos la lógica de quien llegó el primero a la región, entonces los palestinos (antiguos filisteos) están con razón, pues estaban allá mucho antes de Isaque. En este caso, los judíos deberían abandonar Palestina y volver a ser un pueblo errante, como era Jaco y sus hijos, o entonces deberían pedir ciudadanía iraquiana y mudarse para Irak, que es donde quedaba la ciudad de Ur, de donde salió Abrahán (que también fue padre de Ismael).

La cuestión de utilizar el criterio de quien llego el primero a la región puede generar dudas, pues en que pese a los filisteos (antepasados de los actuales palestinos, habitaron en aquellas mucho antes de los israelitas, es posible que otros pueblos hayan sido expulsados por los filisteos a fin de tomar su lugar. Por lo tanto, los palestinos pueden basarse en el argumento, no de quien estaba primero en la tierra, más si de quien la conquistó. El quid de la cuestión está ahí, pues en ese caso, el derecho pasó para los judíos actuales, que conquistaron la tierra de las personas que los antecedieron.

A rigor, el conflicto contemporáneo tiene sus matrices en el movimiento sionista y en la creación del Estado de Israel, no reconocido por los palestinos. La situación se intensifico a partir de la Primera Guerra Mundial, cuando se dio el fin del Imperio Otomano, y Palestina, que formaba parte del, paso a ser administrada por Inglaterra. La región poseía 27.ooo Km cuadrados y abrigaba una población árabe de un millón de personas, mientras que los habitantes judíos no ultrapasaban los 100.000 mil. Inglaterra apoyaba el movimiento sionista, creado al final del siglo 19 con el objetivo de fundar un Estado judaico en la región de palestina, considerada la cuna del pueblo judío. Después de la guerra ocurrió una gran emigración de judíos para el lugar.

En la década de los 30, con la ascensión del nazismo en Alemania y el aumento de las persecuciones contra los judíos en Europa, la emigración judaica para la región creció vertiginosamente. Terminada la Segunda Guerra Mundial y el fin del Holocausto, que llevo al exterminio de seis millones de judíos, la creciente demanada internacional por la creación de un estado israelíes hizo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobase, en 1947, un plan de partir a Palestina en dos Estados: uno judío, ocupando el 57% de área, y otro palestino (árabe) con el resto de las tierras. Como percibimos, esa partición desigual en relación a la ocupación histórica, desagradó a los países árabes en general. Es comprensible que más allá de la cuestión religiosa, los actuales conflictos tengan también que ver con la territorialidad, con la economía y con las relaciones sociales concretas.

En ese funesto escenario, quedamos sorprendidos ante la Espectacularización televisa en horario noble, exhibiendo los dramas reales que vienen ocurriendo en la región, protagonizados por semitas e eliminándose unos a los otros, en actitud de venganza por causas complejas. En esa lucha desigual los hijos de Isaque tienen el poderío material, poseen armas de guerra potentes, aplastando inapelablemente a los hijos de Ismael, que por contar con apenas pedazos de piedras, apelan para una especie de haraquiri con bombas.

El reverso de esa situación encontramos en la Patria del Evangelio, puesto que árabes y judíos hacen una competición al servicio del bien. En San Paulo, por ejemplo, esa inteligente rivalidad se efectúa a través de la edificación de dos instituciones primorosas: el Hospital Sirio-Libanés y el Hospital Albert Einstein. ¿Cuándo será que en la región Palestina, árabes y judíos trovaron una competición para el bien, en vez de lanzarse bombas y piedras unos a los otros?

Mirando hacia atrás la historia de los árabes y palestinos, sabremos que descienden de Ismael, hijo bastardo de Abraham con Agar, la esclava egipcia de Sara (esposa de Abraham y estéril allá en aquella época), recordando aquí que la gravidez fue consentida por Sara. Más tarde, la esposa de Abraham quedo embarazada y dio a luz a Isaque, del cual son descendientes los judíos.

Folclórico o no, por el hecho de poseer madres diferentes, Isaque (Sara) e Ismael (Agar) dejaron para los descendientes dos naciones, dos pueblos con índole de aversión, que viene luchando uno con el otro desde los más sangrientos inicios de las generaciones oriundas de ellos, o sea, hace más de 3.500 años.

Se narra que durante el destete de Isaac, su padre Abraham hizo una gran fiesta para conmemorar el hecho, oportunidad en la que Ismael cismó hacer gracejos contra su hermano. Sara no aprobó la situación familiar, exigiendo a Abraham que rechazase Agar e Ismael. Desde entonces, madre e hijo fueron para el caluroso desierto y caminaron por tortuosas rutas de sufrimiento.

En la tradición bíblica ese episodio está consignado de la siguiente forma: “Porque por Isaac será llamada tu descendencia”. (1) entretanto, hay una referencia de folletos divinos igualmente para Ismael, el bastardo. Veamos: “¿Qué tienes Agar? No temas, porque Dios oyó la voz del niño desde el lugar donde está. Yérguete, levanta al niño y tómale por la mano, porque de él hare una gran nación.”(2)

¿De qué manera la humanidad actual podrá ayudar a los palestinos, hijos de Ismael, y a los judíos, Hijos de Isaac, a solucionar esos dilemas históricos? ¿Será a través de los canales diplomáticos de la ONU, de la acción de los que luchan por la Justicia, por la Dignidad Humana, por la Paz?

Creemos que los judíos y los palestinos pueden convivir, con el respeto reciproco, cambiando el fusil por el abrazo, cambiando la exclusión por la aceptación, cambiando la incomprensión por la tolerancia. Quién sabe si el Espiritismo, en esa conjuntura, pueda llevarles el Mensaje del Evangelio, consustanciando la ley de amor, de fraternidad, del perdón, de la reencarnación, de la comunicabilidad de los desencarnados, transformando gradualmente la ley de Moisés y el Corán, justificados por la ley del talión (ojo por ojo, diente por diente) que ha generado, cada vez más odio sobre odio, tal como estamos presenciando en el proscenio de esa guerra de Oriente Medio!

Jorge Hessen

http://jorgehessen.net

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